Asociación Fructífera

La hermana Columbana Ann Gray explica por qué “Tú das al ir, nosotros vamos al dar: describe perfectamente la asociación entre misioneros y benefactores.

A principios de este año, las Hermanas Columbanas recordaron febrero de 1922 cuando un grupo de mujeres jóvenes se reunieron en Cahiracon en el condado de Clare. Estas mujeres se convirtieron en el primer grupo de postulantes que fundaron la nueva Congregación de las Hermanas Misioneras de San Columbano.

Ahora, en 2023, tenemos Hermanas en misión en Irlanda, el Reino Unido, Estados Unidos, China, Myanmar, Pakistán, y las Filipinas. Esta es una gran expansión cuando consideramos aquellos primeros días cuando trece mujeres jóvenes respondieron un llamado para responder a las necesidades del pueblo de China. Afortunadamente, todavía tenemos mujeres jóvenes listas para responder al llamado de la misión. Hoy tenemos dos novicias, Mariana de Corea y Annalyn de Filipinas, así como dos postulantes de Myanmar. Nada de esto, por supuesto, hubiera sido posible sin las oraciones y la ayuda financiera de nuestros muchos fieles bienhechores.

En nuestros primeros días, los Padres Columbanos, bajo el liderazgo del P. John Blowick, solventaron la manutención de las Hermanas en Cahiracon. Gradualmente, esto resultó en una tensión en las finanzas. En julio de 1926, cuando el primer grupo de Hermanas se preparaba para partir hacia China, el P. Blowick hizo su primera petición de apoyo en la revista Lejano Oriente en nombre de las Hermanas. Esto resultó en una tremenda efusión de generosidad.

Respondiendo a esta generosidad, el P. Blowick escribió en el Lejano Oriente: “Poco pensaste cuando nos enviaste tu donación, pequeña o grande que pudo haber sido, quitaste una gran carga de nuestros hombros. Poco pensaste que los esfuerzos combinados de nuestro ejército de amigos en Irlanda hicieran posible que acudiéramos en ayuda de nuestra inmensa familia, jóvenes y ancianos, sacerdotes, estudiantes, y Hermanos y Hermanas en casa en la universidad y lejos en las llanuras solitarias de China”.

En los años posteriores a 1926, un pequeño goteo de donaciones, algunas por un total de £10, que era una gran suma de dinero en ese tiempo, llegó a Cahiracon de los cuatro rincones de Irlanda. Una pequeña donación venía acompañada con la petición de oraciones debido a “las luchas por el desempleo y la disponibilidad de trabajo a tiempo parcial solamente”.

Otro bienhechor envió una “pequeña donación a las víctimas de las inundaciones de Hanyang” y añadió, “Soy solamente un hombre trabajador y siento que este regalo es muy pequeño”, mientras que de otro escuchamos, “Me uní a un amigo para vender ganado que no funcionó bien, pero prometimos enviarles un dinero sin importar como fuera”. Nuestros corazones se sintieron igualmente conmovidos por los mensajes como: “Cuando empecé mi carrera, prometí tres peniques a la semana de mi pequeño salario de 5 para ir a las Misiones y cualquier pequeño extra que recibiera de las propinas”.

En 1930, la respuesta a las peticiones de apoyo habían llegado a ser tan generosas y numerosas que, para seguir el ritmo de la correspondencia y donaciones, las Hermanas en Cahiracon tuvieron que reservar una sala especial como oficina desde para comunicarse con las muchas personas que se había convertido en nuestros generosos benefactores.

El año pasado aquí en Irlanda, he estado abriendo los sobres que, desde 1926, han continuado llegando a nosotros con el apoyo para nuestro trabajo misionero y, como nuestras Hermanas en nuestros primeros día, me he sentido abrumada e inspirada por la generosa ayuda y preocupación de nuestras Hermanas y las personas entre las que vivimos y trabajamos que nos brindan su apoyo alrededor de todo el mundo.

Algunos de estos sobres contienen un cheque por una gran cantidad de dinero, otros contienen uno pocos euros o libras que, a los ojos del mundo hoy, podrían considerante una pequeña cantidad de dinero pero, para las Hermanas Columbanas, cada uno de estos sobres contienen un tesoro, no solamente en dinero sino un tesoro de fidelidad hacia nosotros que se extiende a lo largo de los años, un tesoro de preocupación por nuestra seguridad y bienestar, y para las personas a quienes servimos, tesoros de gran valor

Hoy, en todo el mundo, vivimos en tiempos inciertos y precarios a medida que aprendemos a vivir con el virus que ha interrumpido gran parte de nuestras vidas y causado tanto sufrimiento. Muchos de nosotros estamos viviendo en el temor y preocupación por la guerra en Ucrania y el costo de vida en espiral. Y, sin embargo, las personas continúan respondiendo con gran generosidad, apoyándonos con sus oraciones y donaciones.

En una reciente reunión de los Obreros Apostólicos, escuché decir que somos misioneros “damos yendo” y que otros “vamos dando”. Para mí, esa es una descripción perfecta de la asociación entre nosotras misioneras y nuestros bienhechores. Tanto el ir como el dar están entrelazados e igualmente necesarios y por ambos damos gracias a Dios.

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