August Rush es la historia de cómo alguien se deja encontrar por la razón de su existencia.
Y me convenció la idea de hablar sobre ella porque ese proceso es algo por lo que todos debemos pasar.
Reconocer los anhelos de nuestro corazón, vencer las dificultades que se interponen y entregarnos a esa razón de existir es un proceso casi casi obligado para todo joven y no tan joven en este mundo.
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William Sadler
Reseña
Me encantó toparme con una historia en la que se plasma la valentía de un niño, el amor por hacer lo que uno disfruta tanto y la humildad de reconocer la grandeza que existe en el otro.
Los personajes en los que recae principalmente el relato de esta historia son 4:
Evan, que adopta el nombre artístico de “August Rush” un niño prodigio de la música; él no conoce a sus padres, pero se aferra a quedarse en el albergue donde vive y no ser dado en adopción porque está seguro de que sus padres se comunican con él a través de la música y piensa que lo pueden encontrar si no se va de ahí.
Lyla, que es una chelista dotada de un gran talento, pero que vive algo abrumada por la sobreprotección de su padre.
Louis, un guitarrista/vocalista que tiene una banda de rock junto con su hermano con la que van despegando en una prometedora carrera.
Y “Wizard” que en español significa “mago”, un músico callejero que se dedica a sacarle provecho al talento musical de niños sin hogar.
Todos ellos, unidos por un punto en común: una profunda pasión por la música.
A grandes rasgos, la película nos cuenta una historia de dos músicos súper distintos en todo excepto en su amor por hacer música; un día coinciden en la misma ciudad para dar sus respectivos conciertos, en la noche se conocen en una fiesta y bueno, después de esa noche se aman tan profundamente que sus vidas pierden total sentido al separarse.
Pero como fruto de esa mágica noche, Lyla queda embarazada; sin entrar en detalles que les arruinen la trama, podemos decir que el niño termina viviendo en un orfanato sin conocer a sus padres, Louis ni se entera de la existencia de August Rush y Lyla lo cree muerto.
Con el tiempo ella se entera de que su hijo está vivo y decide emprender una búsqueda incansable hasta encontrarlo, mientras que Louis, después de haberse convertido en un empresario exitoso y casi casarse y tener una vida aparentemente normal, decide retomar sus luchas pasadas y buscar al amor de su vida; claro, nada va a ser tan fácil como podríamos pensar, es algo así como una versión de Romeo y Julieta en un contexto musical, hay drama, romance, conflictos y mucho talento.
El toque mágico de la historia se encuentra en la sensibilidad que caracteriza a Evan; el intuye que sus papás lo van a buscar tarde o temprano, y está convencido de ello porque, según dice, sus papás se comunican con él a través de la música.
El asunto es que él nunca ha tocado ningún instrumento y por eso todos con los que habla de esto lo tienen como un loco, pero él nunca pierde la esperanza y está determinado a dejarse guiar por la música hasta reunirse con su familia.
Sin caer en contar detalles importantes, lo que considero rescatable de esta historia es la determinación de August, el atreverse a tomar riesgos bastante altos con tal de no rendirse, el atreverse a confrontar a quienes lo quieren detener ante sus anhelos.
Normalmente las historias de películas relacionadas con la música y algún joven talento van encaminadas a la lucha por lograr tener una carrera como músico o cosas similares; en este caso no, la historia tiene un toque más romántico y la prioridad no es una carrera profesional, sino el reencuentro de una familia que nació por ese vínculo tan único entre ellos y la música.
Es bonita, un poco empalagosa, pero llega a emocionar e inspirar muy buenas cosas.
¡Alerta de spoilers!
Ok, ya saben, a partir de aquí hablaremos con mayores detalles de la trama, así es que, si no has visto la película y quieres mantenerte sin conocer la historia, mejor ve a verla antes de continuar con nosotros.
Como ya les decía, a ratos la historia me llegó a parecer algo empalagosa, demasiado romántica y muy mágica, sin embargo, disfruto de ver esta película porque creo que, sin quererlo, plasmaron de una manera muy buena lo que es el sentido de la vocación de todo cristiano.
Soy fan de abordar el asunto de la evangelización desde la perspectiva del arte, y esta película ofrece una combinación de factores ideal para hacerlo.
Lo primero que me encanta es que Evan (August Rush) representa la posición en la que nos encontramos todos los cristianos.
Él es un niño inocente, no tiene maldad, no guarda rencor a sus padres por haberlo dado en adopción, no se deja llevar por quien le busca pleito, tiene un corazón noble: y eso, a mi parecer, es lo que le permite tener la sensibilidad de escuchar el llamado de sus padres a través de la música.
En el caso de Evan sus padres se comunican con él a través de la música, en nuestro caso, es Dios quien se comunica con nosotros a través de la fe, y al igual que el protagonista, mientras más inocente y noble mantengamos nuestro corazón, más fácil nos será reconocer el llamado de nuestro Padre a través de la fe.
Esta parte me encanta porque perfectamente podríamos decir que nosotros tampoco conocemos a nuestro Padre; comenzamos a tener consciencia ya en un mundo en el que llegamos sin saber cómo ni por qué, y si bien no va, recibimos algunos sacramentos y algo de formación religiosa, pero más allá de eso, podemos pasar años sin realmente conocer a Dios.
Y, sin embargo, Dios nunca deja de buscarnos y con un poquito de disposición cada uno de nosotros es capaz de percibir su amor a la distancia y dejarnos encontrar por Él como August se dejó encontrar por la música.
Luego está otra parte que llamó mucho mi atención: la relación entre Evan y Wizard.
En un principio parece una relación que beneficia a Evan, pues el papel interpretado por Robin Williams le ofrece un hogar, una familia, y sobre todo, la oportunidad de hacer música, que es lo que más le importa a al niño.
Incluso en lo que nos dejan ver en el trailer de la película, pintan a este personaje como un apasionado de la música que juega el papel de mentor para el protagonista, lo hacen ver bastante bien.
Pero ya en la película, conforme avanza la historia vemos que realmente lo único que le interesa es sacar provecho del talento de Evan.
No lo deja tocar si no hay un buen trato económico que sea en su beneficio, incluso se hace pasar por su padre y lo llega a sacar de los ensayos de lo que sería su gran concierto organizado por la universidad de Julliard para regresarlo a tocar a las calles y seguir ganando dinero a través de él.
Esto me llamó la atención porque hace click perfectamente con lo que nos puede suceder, o ya nos está sucediendo a muchos de nosotros en torno a nuestra vida espiritual y nuestra vida profesional.
De nuevo encuentro el paralelismo entre la música en la película y Dios en nuestra vida.
Él nos llama, quiere que nos dejemos llevar por su inspiración, que lo dejemos ser parte de nuestra vida y que escuchemos todo lo que nos quiere comunicar a través de su Gracia; y cuando logramos abrir nuestro corazón y nuestros sentidos a Él, podemos llegar a vivir cosas realmente asombrosas.
En el caso de August, se destaca como un músico prodigio, con habilidades no solo como interprete al tocar algún instrumento, sino también como compositor; y en nuestro caso, si permitimos que esa “magia” que en la película es la música y en nuestra vida es la Gracia de Dios llene nuestros corazones, entonces podemos llegar a vivir ese virtuosismo en la caridad, en la fe, en la esperanza, ser personas que destaquen no por su habilidad con un instrumento pero sí por su compasión, por su fraternidad, por su capacidad de perdonar o de ser compasivas.
Lamentablemente siempre habrá un “Wizard” (o más de uno) en nuestra vida, alguien o algo que con una muy buena excusa y escondiéndose detrás de aparentes buenas intenciones, nos mantenga lejos de la verdadera Gracia; que nos distraiga “tocando en las calles” en lugar de impulsarnos a dar ese gran concierto, o sea, que busque detenernos en ser solamente “buenas personas”, sin impulsarnos a que explotemos la capacidad que Dios nos ha dado de ser más que simples “buenas personas”, la capacidad de ser santos.
Puede ser una profesión sumamente demandante, una relación de pareja o de amistad poco edificante, puede ser el agotamiento emocional, las preocupaciones económicas del hogar, o la simple pereza, no importa cuál sea la forma en que se presenta, esa razón por la cuál no hemos podido vivir con virtuosismo nuestra vida espiritual es nuestro “Wizard” y así como August Rush lo hizo, debemos alejarnos de él lo más pronto lejos posible y entregarnos a ese llamado que nos hace Dios; y así como la música que salía de su corazón fue escuchada por miles de personas que se dejaron cautivar por su genialidad en el Central Park, así nosotros debemos dejar que la gente a nuestro alrededor escuche lo que Dios quiere decirles con su Gracia a través de nosotros.
La música logró que August Rush compusiera una pieza musical asombrosa y cautivadora; imagínate lo que la Gracia de Dios puede lograr que tu y yo hagamos con nuestra vida si se lo permitimos.
Si son de esos románticos y soñadores, de seguro van a pasar un buen rato con esta película; y bueno, cuando la vean cada vez que se hable de “la música”, ustedes traten de pensar que están hablando de la Gracia de Dios; siguiendo esa idea, termino con una frase que dice August Rush pero que adapto para esta reflexión:
“La Gracia de Dios nos rodea, lo único que tienes que hacer es escuchar”
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