Somos Marshall (We are Marshall)

Reseña
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Resumen
Debido a lo que sucedió al inicio de la película, todos en el pueblo se sienten derrotados, no solo los involucrados directamente con el equipo de futbol.
Al tomar una decisión lo hacen pensando en todo el pueblo. En ese sentido, no importa tanto si las decisiones fueron acertadas o equivocadas, sino que se tomaron buscando el beneficio común.
Fecha de lanzamiento
Duración
2h 11m
Director
McG
Elenco

Matthew McConaughey
Matthew Fox
Anthony Mackie

Reseña INCLUYE spoilers

Reseña

Sensaciones generales

•La semana pasada me llevé una enorme re-sorpresa jajajaja.
Ya había visto esta película hace muchos años, y le dije a mi esposa que la viéramos porque estaba muy bonita. Pero como a los 20 minutos de verla ¡me di cuenta de que me había confundido de película!

Yo estaba pensando en la de “Duelo de titanes” (Remember the Titans), que también es un drama, pero según recuerdo, no involucra algo tan dramático (espero no equivocarme).
Si ya vieron la película de “Somos Marshall”, sabrán a qué me refiero. 

A mí me causó un gran impacto el giro que da de repente la historia. Y aparte de todo eso, ¡yo no sabía que está basada en un hecho real!
Fueron varios golpes de emociones fuertes en muy poco tiempo.

•Me emocioné como si estuviera viendo realmente a mi equipo favorito. Casi se logran escapar algunas lágrimas en un par de ocasiones. 
Y es que no hay una figura en concreto que juegue de enemigo, y, sin embargo, todos los personajes de la historia tienen que llevar a cabo una batalla interior.

•Me encantó el sentido de colectividad que se maneja. 
Debido a lo que sucedió al inicio de la película, todos en el pueblo se sienten derrotados, no solo los involucrados directamente con el equipo de futbol.
Al tomar una decisión lo hacen pensando en todo el pueblo. En ese sentido, no importa tanto si las decisiones fueron acertadas o equivocadas, sino que se tomaron buscando el beneficio común.

•También me encantó como presentan ese espíritu de luchar por lo que uno reconoce como propio y vital para su vida. 
Uno de los personajes principales asume la lucha en cuestión de forma personal, pero logra involucrar a gran parte del pueblo de forma que ellos también adoptan la lucha como propia.
Supo cómo inspirarlos para que cada uno viera en esta lucha la forma de salir adelante en sus propias batallas. Y me gustó mucho que él no lo hizo como un tipo de manipulación solamente buscando salirse con la suya. Lo hizo porque sabía que eso les traería un bien a todos, como individuos y como sociedad.


Mis tres momentos de la película

1- “Somos Marshall” 
Unos minutos atrás, me disponía a escribir esta reseña y pensé comenzar diciendo “Nunca me he identificado con quienes son verdaderos fans de un equipo deportivo”. Me costó solo tomarme una pausa y dar una mirada a mi niñez para darme cuenta de que esa frase era mentira.

Cuando era niño fui fan de dos equipos deportivos: Los rayos del Necaxa y los Toros de Chicago.
Mi afición al Necaxa me duró poco tiempo y no fue tan profunda. Pero con el equipo de Chicago fue distinto.
Era el equipo de Jordan y Pippen. El equipo que ganó seis campeonatos de la NBA de forma impresionante.
Cada navidad o cumpleaños yo pedía unos tenis, una gorra, una chamarra, una playera, algo de los famosos Toros.
Tenía videos que recopilaban la vida del equipo dentro y fuera de la cancha.
Estudiaba sus jugadas para aplicarlas con mis compañeros de cancha en la escuela.
Me encantaba verlos jugar cada semana y sentía que mi vida dependía del resultado conseguido en sus partidos.

Unos años después, con el retiro de Jordan y la disolución de ese equipo y coincidiendo con mi creciente interés por la música, mi afición al basquetbol se apagó por completo.

Y en el 2005 descubrí un hermoso torneo de futbol llamado Champions League.
Fue en una épica final entre el Liverpool y el Milan. Simplemente inolvidable. 
Pronto comenzaría el nuevo campeonato y debía escoger un nuevo equipo favorito. Supe que un mexicano era parte del torneo y no lo pensé más. Me hice seguidor del Barcelona gracias a Rafa Márquez.

Disfruté de mi afición al equipo blaugrana por muchos años, incluso los vi jugar en un partido de Champions en París.
Recuerdo las emociones que me generaban tanto las victorias como las derrotas. Nuevamente mi semana podía cambiar completamente dependiendo del resultado de un partido. 

Recordar las sensaciones que me provocaban esos equipos de época me ayudo a comprender, en una pequeña porción claro, ese sentimiento de pertenencia a un equipo deportivo que se refleja en la película.

Dentro de la historia que se cuenta, debido a la tragedia vivida, la junta directiva de la universidad Marshall toma la decisión de cancelar todo el programa de futbol americano. 
Los primeros afectados son los jugadores. Para los directivos el equipo representa un recuerdo doloroso, pero para los jugadores representa el sentido de sus vidas. Ellos están dispuestos a lidiar con ese recuerdo porque el equipo es el objeto de su amor. Su vida gira en torno él.

Uno de los alumnos encabeza la lucha por evitar la disolución del equipo y logra reunir a lo que parece ser toda la universidad para protestar contra la decisión de los directivos.

Esa escena en la que todos se unen gritando “Somos Marshall” es genial.
Ahí fue la primera vez que casi se me escapa una lágrima de la emoción.

No importa cuál sea el campo de batalla, ver a alguien luchando hasta el final por una causa noble siempre es algo inspirador.

Además, los jugadores no eran los únicos que necesitaban ese equipo. Las familias, los maestros, los amigos, todos en el pueblo necesitaban la esperanza que el deporte le ofrece a quienes se permiten apasionarse por él.

Y toda lucha por aquello que le da sentido a tu vida siempre valdrá cada minuto dedicado a ella.

 

2- “¿Es casado?” (el diálogo entre el entrenador y el presidente de la universidad)

La junta directiva de la universidad dio luz verde para continuar con el programa de futbol americano en la institución.
Sin embargo, tienen otro problema. Solamente cuentan con 3 jugadores activos. Los demás son novatos y el campeonato no permite que participen jugadores de primer año.
Los entrenadores se dan a la tarea de reclutar nuevos jugadores, pero por las circunstancias en las que se encuentra el equipo ninguno acepta ir con ellos.

El entrenador Jack Lengyel le pide al presidente de la universidad, el señor Dedmon, que solicite a la junta directiva del campeonato (la NCAA) que les dé un permiso especial para poder jugar con novatos.

El presidente les escribe numerosas cartas y hace varias llamadas, pero siempre recibe la misma respuesta: Solicitud denegada.

Mientras Jack y su segundo entrenador están deliberando cómo resolver otros asuntos del equipo, el presidente aparece una vez más para avisarles que les han negado el permiso, y entonces viene este diálogo buenísimo:
—Señor, ¿usted es casado?0151 pregunta el entrenador.
—Sí, lo soy— le contesta el presidente
—Y apuesto a que usted no le propuso matrimonio a su esposa por teléfono.
—No, no lo hice.
—Ok, y sé muy bien que ella no dijo que sí en una carta—continuó Jack con una mirada insinuándole lo que debía hacer.

Dos frases. Jack solamente necesitó de dos frases para presentar un argumento contundente y desarmar a Dedmon.
Yo me quedé con una sonrisa dibujada de oreja a oreja al ver esta escena.
Tanta simpleza y tanta razón en un mismo lugar.

Las causas por las que vale la pena luchar no se atienden de forma remota.
En esa época se trataba de llamadas telefónicas y cartas enviada por correo tradicional.

En estos tiempos cosas como Messenger, whatsapp o las redes sociales nos ayudan muchísimo en la comunicación del día a día, claro.
Pero ciertamente, hay asuntos de los que todavía debemos encargarnos en persona.
Son muchos los que se me vienen a la mente, pero ahorita quiero hablar específicamente de uno: nuestro “ser cristianos” en el día a día.
Con el “ser cristianos” me refiero a la empatía, a la solidaridad, al servicio y el apostolado.

Está bien tener distintos tipos de actividad digital en torno a nuestra vida espiritual. Una cuenta de Instagram donde evangelicemos. Compartir reflexiones del evangelio por whatsapp, o subir videos reflexionando sobre distintos asuntos de la vida. Todo eso es muy bueno.

Pero hay cosas que se deben atender en persona.
Ningún video, por mejor producido que esté le ofrecerá a alguien necesitado de cariño el mismo consuelo que ofrece un simple abrazo.
Ningún live de cualquier red social suplirá la sensación que provoca dedicarle 15 minutos a alguien para escucharlo.
Un podcast de hora y media hablando de tu experiencia como evangelizador y dando tu testimonio de conversión no tendrán la profundidad de alcance que tendría verte a los ojos y encontrar en tu mirada ese brillo de esperanza que provoca vivir de la mano de Dios.

Insisto, toda esa actividad digital enfocada a la evangelización es muy buena. Pero no podemos quedarnos con eso. No cuando se trata de compartir el evangelio.

El evangelio se trata de un encuentro personal (con Cristo), y por eso pienso que la fortaleza para transmitirlo se radica precisamente en el encuentro persona a persona.

Yo amo hacer podcasts, reseñas, videos, subir canciones a Spotify. Todo lo que sea generar contenido digital de evangelización es algo que disfruto muchísimo.
Sin embargo, una de las anécdotas que recuerdo con más cariño y que más comparto es de una ocasión en la que estuve hablando con un extraño sobre lo que está bien y lo que está mal de la Iglesia. 
Sentados en la banqueta, en medio de la zona más turística de Santander, en España. 
Estuvimos casi dos horas platicando de nuestras experiencias con la religión. Al final, ya para despedirnos, ese chico me dijo: «Si cuando era más chico me hubieran presentado a la Iglesia como tú me la has presentado hoy, mi relación con Dios sería muy distinta».

Esa respuesta no la hubiera obtenido nunca a través de mensajes por el celular, o en un diálogo en Facebook o Twitter. 

Ahorita yo hablo de evangelización, pero este principio aplica para muchas áreas de nuestra vida.
No le tengamos miedo o pereza a esos asuntos. Si son realmente importantes para ti, vale la pena encargarte de ellos en persona.

 

3- “Lo que importa es que juguemos” (El discurso del entrenador en jefe al entrenador asistente)

¿Conoces el programa Éxodo90?
Es un reto diseñado para fortalecer el rol del hombre en la sociedad.
Dura noventa días y se basa en tres pilares: oración, ascética y fraternidad.
Para la oración se lee todo el libro del éxodo a lo largo del reto acompañado de una reflexión diaria y un rato de oración individual.

La fraternidad se trabaja acompañándonos con un “ancla” semanal. Tu ancla es uno de los compañeros de fraternidad con quien tienes que checar todas las noches cómo te fue durante el día con la oración y las prácticas ascéticas. Además, toda la fraternidad se reúne una vez a la semana para ir al santísimo una hora y para tener una reunión de chequeo sobre las caídas y los avances que van teniendo.

Y las prácticas ascéticas abarcan distintas áreas de la vida diaria. Van enfocadas en fortalecer la voluntad   fortaleciendo algunos hábitos (como hacer ejercicio regularmente o practicar ayuno y abstinencia dos días a la semana) y dejar de hacer algunas cosas (como ver series de televisión o comer postres).

Este es el sexto año que lo intento hacer. La primera vez creo que logré un resultado bastante respetable. De ahí en adelante cada año me ha ido peor. Por ahí del día 40 me dejo vencer por las constantes derrotas ante mis pequeños esfuerzos por cumplir todas las “reglas”.

Pero para no perder el hábito, lo estoy intentando una vez más.
Y para lograrlo tengo una nueva estrategia mental que estoy convencido de que me va a ayudar a obtener mejores resultados.
¿Cuál es mi estrategia?

Precisamente lo que el entrenador Lengyel le dijo a su asistente cuando estaba a punto de darse por vencido con el intento por mantener vivo al equipo de la universidad: «Lo que importa es que juguemos. No importa cómo, no importa si ganamos o perdemos. Un día despertaremos y eso importará. Pero ahora lo importante es jugar…»

«Lo importante es jugar» el resultado luego irá mejorando, ya encontraremos la manera. Al final de cuentas hasta de una derrota podemos sacar ganancias.
Y ese mismo principio aplica para la búsqueda de la santidad.
Lo importante es jugar.
Sí, hay que intentar ser mejores cada día. Dejar los malos hábitos que nos van esclavizando sutilmente.
Pero es mejor evitar frustrarnos si no logramos esa perfección tan deseada por muchos de nosotros.

Más o menos por ahí del día 50 del Éxodo90 una de las reflexiones dice lo siguiente:
—No importa que tan mal sientas que vayas en relación con las prácticas de ascética, las reuniones de fraternidad o con tu oración diaria.
Si te detienes y miras atrás, te darás cuenta de que en las últimas semanas has orado, has leído la Biblia, te has alimentado mejor, has activado tu cuerpo con el ejercicio, has aprovechado tu tiempo, has convivido y tenido grandes charlas con buenos amigos, has hecho adoración. 
Y todo eso lo has hecho más veces de lo que lo habías hecho en los últimos meses de tu vida—

Esa reflexión me fascina. Porque es verdad, no se trata de ir con un récord perfecto, se trata de que lo que estemos haciendo para mejorar, lo hagamos más que antes. Y poco a poco iremos logrando convertir esos esfuerzos en hábitos, y los hábitos positivos se convierten en virtudes.

Así es que cierro esta reseña invitándote a que no te enganches con obtener el resultado perfecto. Recuerda que a veces lo importante es jugar.