Era la noche de Nochebuena y el Padre Charlie O’Rourke estaba solo en la rectoría de su parroquia en Corea del Sur cuando creyó haber escuchado un golpe en la puerta de atrás. “No, debo haberlo imaginado”, pensó, “porque los feligreses siempre vienen a la puerta principal”. Sin embargo, cuando escuchó un segundo golpe, fue a abrirlo, a pesar de sentirse incómodo.
De pie afuera en la oscuridad, un extraño se presentó como José. “Entonces, ¡estoy asumiendo que tu esposa es María!” Charlie respondió con una pequeña sonrisa y un gran grado de escepticismo. “¡Sí!”, dijo el desconocido, obviamente sorprendido y encantado, y con eso una mujer entró en el estrecho rayo de luz. El Padre Charlie no reconoció ninguna de las dos caras, se sentía inseguro, pero consciente de que era Nochebuena, decidió invitarlos a pasar.
Sentado alrededor de la mesa de la cocina, se enteró rápidamente de que eran un esposo y una esposa que, desplazados por la guerra, se habían asentado recientemente en una aldea en las afueras de su parroquia. Eran los únicos católicos en esa aldea, y habían venido a pedir al Padre Charlie para celebrar misa allí por navidad. “Los aldeanos tienen curiosidad por aprender sobre el significado de la Navidad”, le aseguraron, “¡y se volverán aún más curiosos cuando escuchen a un sacerdote extranjero explicándolo en su propio idioma!”
Al día siguiente, el día de Navidad, un gran grupo de curiosos aldeanos se reunieron para escuchar al Padre. Él explicó cómo Dios ama tanto a las personas que envió a su único Hijo, Jesús, como un bebé, para mostrarnos con el ejemplo de su vida cómo podemos verdaderamente servir a Dios y cuidar de nuestro prójimo. Al final de la misa, María anunció que si alguien en el pueblo deseaba aprender más sobre la historia de Navidad, estaba disponible para enseñar y guiarlos.
El Padre Charlie regresó a esa aldea de vez en cuando para alentar y apoyar los esfuerzos catequéticos y de alcance de María y José. Luego, dieciocho meses después, se le pidió que viniera a celebrar el bautismo.
En esa ocasión, para su asombro y alegría, cuarenta personas fueron bautizadas. Dieron la bienvenida a la Buena Nueva no solo por lo que habían escuchado de María y José, sino más importante por la forma en que esta pareja vivió la Buena Nueva. Vieron en las vidas de los recién llegados a su aldea lo que significa servir a Dios y cuidar del prójimo, y querían seguir su ejemplo.
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