Él es conocido como el fantasma blanco! Este hombre alto, aproximadamente de unos 50 años, de piel muy blanca y el cabello de color sal y pimienta. Se le puede ver caminando por las calles de los barrios pobres de Chicago en cualquier momento del día y en cualquier día del año. Puesto que él ha caminado esas mismas calles durante más de treinta años, es reconocido inmediatamente y saludado cálidamente por mujeres que van en camino a la tienda, por grupos de hombres conversando en las esquinas, y por miembros de pandillas que acechan el vecindario.
De joven, Jim Fogarty había llegado desde Pennsylvania a Chicago para entrar en el seminario Columbano. El programa consistió en vida comunitaria, oración, estudio y ministerio pastoral. Como seminarista, conoció a Bill Tomes, un ministro para jóvenes que se había comprometido a hacer acercamiento pastoral a los miembros de las pandillas. Jim acompañó a Bill de vez en cuando, alrededor de la ciudad y pronto llegó a apreciar la importancia de su ministerio.
Unos años más tarde, Jim llegó a la conclusión de que no habia sido llamado por Dios para llegar a los rincones más apartados de la tierra como sacerdote misionero Columbano, si no para permanecer en los barrios pobres de Chicago como laico católico. Dejó el seminario, pero completó su título de teología. Unos años más tarde se convirtió en marido y padre.
Durante estos últimos tres decenios, Jim ha seguido siendo un faro de luz y esperanza para una multitud de jóvenes que luchan por encontrar sentido en un entorno dominado por la pobreza y la delincuencia. Él hace todo lo posible para asegurarles que alguien se interesa por ellos: se une a ellos para un partido de baloncesto y luego come con ellos una hamburguesa y papas fritas; los acompaña a una entrevista de trabajo o a un caso judicial; los lleva en su auto al hospital o a un centro de detención, y ora con ellos cuando tienen que enfrentar la muerte de un amigo como consecuencia de las drogas o la violencia. La disponibilidad, paciencia y bondad de Jim le ha ganado en la calle el título de ¡Superman!
Con los años, Jim ha introducido a muchos seminaristas Columbanos a su ministerio en los barrios pobres y peligrosos de Chicago. Él les ha mostrado cómo llegar a ser un instrumento de la paz de Dios luchando contra el odio con amor, contra la desesperación con esperanza, y contra la oscuridad con la luz. Él les ha ayudado a darse cuenta de que, aunque Dios invita a algunos a viajar con el Evangelio a tierras lejanas, que también llama a otros a caminar con la luz de Cristo en los lugares oscuros y desolados cerca de casa. Jim también les ha ayudado a entender que todos los bautizados, ya sean casados o solteros, o laicos u ordenados, están llamados a vivir como mensajeros del cuidado de Dios para aquellos que se encuentran en los márgenes de la sociedad.
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