Migrantes, Refugiados. Y el Calor de Otros Soles

El 29 de septiembre se celebró el Día Mundial de Oración por los Migrantes y Refugiados. En este día, el Papa Francisco tuvo un mensaje especial que compartió con nosotros. No podría haber llegado en un momento más crucial.

En todo el mundo, más y más personas están dejando sus hogares, huyendo de la violencia y el conflicto. Sequías e inundaciones ligadas al cambio climático han arruinado los campos y cultivos, y las compañías mineras transnacionales están devastando sus hogares y el medio ambiente. Familias y aldeas enteras están arriesgando sus vidas cruzando fronteras hostiles y mares peligrosos, buscando asilo. Están siendo recibidos por una policía hostil y militares bien armados que los ven como invasores y amenazas.

 

¿Te suena familiar?
Por muchos años, hemos sido testigos de un éxodo bíblico de migrantes y refugiados de Centroamérica y México, así como de otras muchas naciones, viajando hacia nuestra frontera del sur en busca de asilo. Han sido recibidos con “Cero Tolerancia”, el nombre que se le ha dado a estas políticas duras y crueles por la presente administración. Las familias han sido separadas y los niños han sido detenidos en condiciones infrahumanas en la frontera. Los efectos a largo plazo de esa separación en los niños es un trauma de por vida, impactos que afectan a sus padres también. Tanta crueldad daña permanentemente a estos niños y a sus familias, y deberíamos de estar avergonzados.

He sido testigo personal de ese trauma, en varias visitas al Centro Misioneros Columbano en el Paso, Texas y la Parroquia de Corpus Christi en Ciudad Juárez, México. Recuerdo a un pequeño que parecía tener unos cinco años, que se quitó los zapatos para enseñarle sus pies con ampollas a su padre que le miraba con angustia. El niño tenía 11 años, no 5, y mostraba lo que parecía ser las trágicas consecuencias de la desnutrición en el desarrollo infantil. El hambre es frecuente en las tierras altas de Guatemala y en otras partes de Centroamérica, debido a los patrones cambiantes del clima por el cambio climático que están destruyendo las cosechas y arruinando los medios de vida. La migración no es solo una oportunidad, es supervivencia. La gente no está solo huyendo de la violencia; están escapando del hambre.

En El Paso, fui testigo del coraje y solidaridad de esta comunidad fronteriza y de la red de iglesias y organizaciones organizada por la Casa de la Anunciación para ministrar estas familias traumatizadas. Cada día una increíble red de voluntarios e iglesias reciben cientos de familias buscando asilo que son liberados después de días de detención en condiciones de sobre población y congelamiento, mientras les ayudan a reunirse con familiares por todos los Estados Unidos y ha procurar sus solicitudes de asilo. En un generoso gesto de hospitalidad, el obispo Mark Seitz ha abierto las puertas de los edificios diocesanos para acoger y dar cobijo a estas familias y niños migrantes. 

Ahora, sin embargo, todo eso ha cambiado drásticamente, ya que a los migrantes y refugiados que buscan asilo se les impide cruzar la frontera para solicitar asilo y se mantienen por la fuerza del lado mexicano de la frontera como parte de la política “Permanecer en México” de la actual administración. Además, migrantes y refugiados son detenidos en la frontera de México- Guatemala por el ejército mexicano, como un nuevo intento de ambos gobiernos de negarles asilo.

En este día de oración por los migrantes y refugiados, el mensaje del Papa Francisco es similar al que mandó al Instituto de Esperanza Fronterizo en El Paso, Texas para su enseñanza anual en julio de 2018.

Nos ofrece un sencillo mensaje: Sed fieles al Evangelio. Sean personas de compasión y esperanza.

“Nuestra respuesta a los desafíos planteados por la migración contemporánea puede resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover, e integrar. P>ero estos verbos no se aplican únicamente a los migrantes y refugiados. Describen la misión de la Iglesia a todos aquellos que viven en las periferias existenciales, que necesitan ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Si ponemos esos cuatro verbos en práctica, ayudaremos a construir la ciudad de Dios y del hombre. Promoveremos el desarrollo del hombre integral de todas las personas. También ayudaremos a la comunidad mundial a acercarse a los objetivos de desarrollo sostenible que se fijado para si mismo y que, al carecer de ese enfoque, resultará muy difícil de alcanzar”.

En un momento en que estamos presenciando que nuestro gobierno construye muros en la frontera entre Estados Unidos y México y cierra la puerta a los refugiados y solicitantes de asilo de todas partes, tenemos que hacer una pausa y preguntar: "¿Por qué nuestros corazones están tan fríos? ¿Por qué tenemos tanto miedo?"

Aquí hay intenciones que se convierten en hábitos y patrones de crueldad, injusticia, inhumanidad y en violación de leyes destinadas a proteger a los pobres y vulnerables, no a castigarlos y abusar de ellos.

Recientemente, el Centro Nacional de Justicia para Inmigrantes puso "Una cronología de los esfuerzos de la Administración Trump para poner fin al asilo". Es como un enorme mosaico, lleno de los gritos y rostros de niños y familias migrantes y refugiados. De cerca, sólo se ven acciones duras y crueles, pero cuando das un paso atrás, ves un patrón, una intención basada en lo peor del comportamiento humano y prejuicio y cuando está respaldado por el poder institucional y la retórica racista, se convierte en una pesadilla.

Estas políticas comenzaron justo después de la inauguración en enero de 2017 con una Orden Ejecutiva que establece un plan para muchas políticas anti asilo y anti inmigrantes, incluyendo la construcción de un muro fronterizo, la prohibición de los musulmanes, prolongado e indefinida detención, la tolerancia cero y la separación familiar, la devolución de los solicitantes de asilo y la socavación de las protecciones prestadas a los niños no acompañados, así como la militarización de la frontera y la aceleración de las deportaciones.

"¿Por qué nuestros corazones están tan fríos? ¿Por qué tenemos tanto miedo?"

 

El calor de otros soles
Recientemente, visité una conmovedora exposición en el Museo de Arte Moderno de Philip en Washington D.C. llamada "El calor de otros soles: Historias del desplazamiento global". La frase es de Richard Wright, un escritor afroamericano que experimentó y escribió sobre la migración de seis millones de afroamericanos del sur a las ciudades industriales del norte en la primera mitad del siglo XX. Al igual que los migrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador y México, o los de África y Oriente Medio, fueron impulsados tanto por la supervivencia como por las oportunidades, buscando "el calor de otros soles", la calidez humana, la empatía, la solidaridad, la compasión humana y el abrazo para reconocer su difícil situación y nuestra humanidad común.

Vi fotos de restos humanos, de barcos arrastrados en costas extranjeras, o ropa y artículos personales abandonados en desiertos. Vi los rostros de los niños, escuché las súplicas y gritos de mujeres y hombres desesperados que buscaban refugio, o de un joven niño árabe sordomudo capturado en la cámara, gesticulando lo que había experimentado en su viaje de refugiados huyendo de los horrores de la guerra.

También vi a varios grupos de niños pequeños sentados en el suelo con sus maestros, mientras se enteraban de lo que en la actualidad significa ser migrante o refugiado. Sus hermosos rostros reflejaban la hermosa diversidad de sus familias que viven ahora en la capital de nuestra nación, familias inmigrantes de todos los continentes del mundo.

¿Qué le hemos hecho a nuestra hermana? ¿Qué le hemos hecho a nuestro hermano? La pregunta de Dios a Caín es tan conmovedora y relevante hoy en día como lo fue cuando se planteó en el libro del Génesis. Las Escrituras hebreas están llenas de recordatorios para tratar con compasión a la viuda, a la huérfana y al extranjero, "porque siempre fuiste extranjeros en la tierra de Egipto" (Éxodo 22:21). El Evangelio nos recuerda: "En verdad os digo, todo lo que hiciste por uno de esos hermanos y hermanas míos, lo hiciste por mí" (Mateo 25, 40).

Un muro de la exposición fue cubierto con los rostros hermosos y desesperados de los refugiados que pasaron por la isla de Ellis entre 1890 y 1950. Hoy en día, más de 100 millones de personas en los Estados Unidos son descendientes de estos refugiados, el 40% de nuestra población. A menos que seamos nativos americanos o africanos, todos somos inmigrantes que venimos a este país huyendo de la persecución o buscando oportunidades. ¿Por qué hemos tenido tanto miedo y falta de compasión hacia los que ahora vienen después de nosotros, huyendo también de la persecución y buscando oportunidades? ¿Por qué tenemos tanto miedo?

Ese es uno de los temas de la Carta Pastoral del Papa Francisco para la Jornada Mundial de Oración por los Migrantes y Refugiados: "No se trata sólo de migrantes", dice. También se trata de nuestros miedos ... se trata de caridad... se trata de nuestra humanidad ... Se trata de ver que nadie está excluido... poner el último primero ... se trata de toda la persona, de toda la gente... y la construcción de la ciudad de Dios."


Día Mundial de Oración por los Migrantes y Refugiados
En su mensaje, el Papa Francisco nos recuerda que los migrantes y refugiados, especialmente los más vulnerables, nos ayudan a "leer los signos de los tiempos". ¿Cuáles son esas señales? "Los conflictos violentos y las guerras totales siguen destrozando a la humanidad; las injusticias y la discriminación se siguen una sobre otra; desequilibrios económicos y sociales a escala local o mundial resultan difíciles de superar".

En este escenario, "los migrantes, los refugiados, las personas desplazadas y las víctimas de la trata se han convertido en emblemas de exclusión". Por su propia presencia, y más a menudo que no, están ocultos a la vista, los migrantes y refugiados nos invitan "a recuperar las dimensiones esenciales de nuestra existencia cristiana y de nuestra humanidad".

Pero nos encontramos en un mundo y en un país desgarrado por la división y la violencia, especialmente cuando escuchamos todos los días a nuestro presidente y otros políticos que nos enfrentamos a "una invasión en nuestra frontera sur", y los migrantes son retratados como criminales y como amenaza a nuestra seguridad.

La respuesta del Papa Francisco es aleccionadora: "No se trata sólo de migrantes; también se trata de nuestros miedos". Vivimos "con miedo al otro, a lo desconocido, al marginado, al extranjero". En todo el mundo y en nuestro propio país, "lo vemos hoy en particular, frente a la llegada de migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de protección, seguridad y un futuro mejor".

¿Cuál es la anécdota para el miedo? San Agustín dice: "La esperanza tiene dos hijas: la ira y el coraje". La primera es una respuesta humana de indignación frente a la crueldad y la opresión; la segunda una virtud cívica que debemos cultivar y fomentar en nosotros mismos y en los demás. Frente al miedo, debemos poner amor y compasión, pero eso requiere tanto de ira por la forma en que son las cosas, como de valor para cambiarlas. Sobre todo, necesitamos la gracia de Dios: "El amor perfecto expulsa todo temor" (1 Juan 4, 18).

"No se trata sólo de migrantes", nos recuerda el Papa, "también se trata de caridad". "Se trata del rostro que queremos dar a nuestra sociedad y del valor de cada vida humana... El progreso de nuestros pueblos... depende sobre todo de nuestra apertura a ser tocados y movidos por aquellos que llaman a nuestra puerta. Sus rostros destrozan y desacreditan a todos esos falsos ídolos que pueden tomar el control y esclavizar nuestras vidas; ídolos que prometen felicidad ilusoria y momentánea ciega a las vidas y sufrimientos de los demás".

Un lugar en la mesa
Sobre todo, nuestra respuesta a esta crisis mundial "no se trata sólo de migrantes; se trata de nuestra humanidad". El Papa Francisco a menudo habla de convertirse en una iglesia profética y samaritana, una iglesia conmovida por la compasión para ir a los márgenes donde los pobres están sufriendo, y allí para abrazar y servir a los que son oprimidos y excluidos de nuestras sociedades: "No se trata sólo de migrantes; se trata de ver que nadie está excluido". A juicio del Papa, los que serán juzgados en el Juicio Final no son sólo personas individuales, sino naciones enteras:

"El mundo de hoy se está volviendo cada vez más elitista y cruel hacia los excluidos. Los países en desarrollo siguen drenando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras sólo afectan a algunas regiones del mundo, sin embargo, las armas de guerra se producen y venden en otras regiones que luego no están dispuestas a recibir a los refugiados producidos por estos conflictos. Los que pagan el precio son siempre los más pequeños, los pobres, los más vulnerables, a los que se les impide sentarse a la mesa y se quedan con las "migajas" del banquete (cf. Lucas 16, 19-21)."

¿En qué clase de mundo queremos vivir? Aún más, ¿qué clase de mundo estamos dejando a nuestros hijos? En palabras del Papa Francisco:

"Nosotros mismos necesitamos ver, y luego permitir que otros vean, que los migrantes y los refugiados no sólo representan un problema que debe resolverse, sino que son hermanos y hermanas para ser acogidos, respetados y amados. Son una ocasión que la Providencia nos da para ayudar a construir una sociedad más justa, una democracia más perfecta, un país más unido, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta y evangélica" (Mensaje para la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados 2014).

Ese es el desafío al que nos enfrentamos juntos, en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestra nación y en todo el mundo. En última instancia, "no se trata sólo de los migrantes", sino de nuestra humanidad y de nuestra fidelidad al Evangelio.

En un momento en que estamos presenciando que nuestro gobierno construye muros en la frontera entre Estados Unidos y México y cierra la puerta a los refugiados y solicitantes de asilo de todas partes, tenemos que hacer una pausa y preguntar: "¿Por qué nuestros corazones están tan fríos? ¿Por qué tenemos tanto miedo?"

Revista