Con apenas 7 años, Angélica nunca imaginó ser víctima de la violencia sexual de su padrastro Apolonio Valdez. Él la sacó de la pequeña casa de dos habitaciones y se la llevó al bosque cercano donde la abusó sexualmente.
El pasado 5 de noviembre del 2018, el juez Robert Malig, del Tribunal Regional de Primera Instancia de Pampanga, división 45, lo declaró culpable de violación de menores y lo sentenció a prisión por 8 a 14 años. También le exigió que pagara considerables multas e indemnización a la niña.
Ésta es otra victoria para la justicia durante ésta semana cuando recordamos la inmensa cantidad de casos sin resolver de crímenes contra la mujer y la niña. Acabamos de celebrar el Día Internacional para el Fin de la Violencia Contra la Mujer y la Niña de la ONU el 25 de noviembre. 1 de cada 3 mujeres y niñas es violada en algún momento de su vida. En 2012, cada 1 de 2 mujeres asesinadas fue víctima de su pareja o pariente.
Las parejas, esposos y patronos de éstas mujeres son responsables de la mayoría de estos ataques. Los padres biológicos o parejas que viven con madres son los abusadores más frecuentes. Vecinos, amigos y parientes también abusan de niñas. El acoso sexual contra la mujer es una ofensa tan común que se está convirtiendo en la nueva norma.
Hay esperanza de que la pequeña ruptura en la cultura silenciosa, gracias al movimiento de #MeToo, ha visto más mujeres hablando sobre sus experiencias y levantando denuncias de acoso y abuso mediante los medios de comunicación y las cortes.
Éste cambio es muy bienvenido. Sin embargo, en los países pobres, donde antiguas y corruptas tradiciones y prácticas del dominio supremo de los hombres reinan, las mujeres aún son tratadas como “esclavas.” Las niñas casadas sufren de violencia increíble al ser vendidas a hombres mayores para ser abusadas bajo el disfraz del “matrimonio.” Casi 750 millones de mujeres y niñas se han tenido que casar antes de cumplir sus 18 años.
La práctica de mutilación genital femenina ha marcado, traumado y destruido la vida sexual natural de casi 200 millones de mujeres y niñas. 22 millones de mujeres y niñas forman 71% de las víctimas de trata humana.
La cultura del miedo continúa perpetuando ésta crisis. Las mujeres y niñas temen que no les crean si levantan una querella o demuestran su coraje y reportan el abuso. Temen ser estigmatizadas y no encontrar justicia.
En muchos países, el poder judicial es dominado por hombres que favorecen a los hombres. Esto está cambiando. En las Filipinas, los jueces, como en el caso de Angélica, escuchan los testimonios de las niñas y les creen.
La decisión del juez Malig según la Corte Suprema dictó que cualquier niño que testifique claramente se le otorgará validez. “La juventud e inmadurez suelen ser insignias de verdad,” dice. La única defensa del acusado fue negarlo.
La corte dijo que el acusado podría ser declarado culpable con solo el testimonio de Angélica, aunque su caso fue reforzado por el certificado médico que mostraba evidencia de abuso. En general, hay un desarrollo positivo en el poder judicial y una gran cantidad de jueces están declarando culpables a los abusadores de niños y mujeres.
Una de las maneras más potentes para reducir la crisis son acciones legales buscando justicia y rectificación. Esperamos que cuando los hombres se percaten de que pueden ser responsabilizados y encarcelados de por vida por actos de abuso sexual, comenzarán a respetar la dignidad y derechos de las mujeres y las niñas.
La Fundación Preda, una organización no-gubernamental, ha ganado 16 convicciones solo en el 2018, incluyendo la de Angélica. En una sociedad dominada por hombres, donde el machismo abunda, muchos hombres creen tener derecho a satisfacer sus impulsos sexuales con cualquier mujer vulnerable y disponible.
Su nivel de respeto hacia la mujer es muy bajo. En culturas con tanta desigualdad, la violencia contra la mujer es más frecuente y común. Una manera para abordar el tema es trabajando para la igualdad y justicia mediante acciones legales exitosas. La oposición tiene que ser más fuerte, pronunciada y local.
Cada mujer tiene que ser convencida para defenderse y protestar contra el abuso, luchar por igualdad, justicia y realzar la dignidad. Hay que reclutar hombres que serán escuchados más rápidamente por otros que se percatarán de que sus actitudes hacia las mujeres tienen que cambiar.
La campaña continuará hasta el 10 de diciembre que es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Pero no puede para ahí. Las luchas y la campaña deben continuar hasta que las mujeres y las niñas puedan vivir sin miedo, sanas y a salvo en sus familias, sus vidas y comunidades.
Comentarios