Los Proverbios son la sabiduría antigua de la cultura de un país expresada en frases concisas, y a menudo con humor. Los proverbios nos dan a los expatriados una indicación de cómo piensan y actúan nuestros adoptados.
Para una persona mayor (tengo 90 años) este proverbio me da coraje. “Incluso una cuerda vieja puede ser útil”. O como incentivo: “Incluso un anciano puede aprender caligrafía”. Y cuando tengo un “momento senil”: “Incluso un mono se puede caer de un árbol”. Y después de una decepción o fracaso: “Cae siete veces, levántate ocho". Personalmente, uso los proverbios en homilías e instrucciones pero les agrego un matiz cristiano.
Por ejemplo, en charlas con padres en un jardín de infantes patrocinado por la iglesia, donde muchos no son cristianos, les digo que enseñamos valores cristianos de una manera amable. Cito el proverbio: “El corazón de un niño de tres años dura hasta que el niño tiene cien”.
En una clase para aquellos que se preparan para el Bautismo hablo de nuestra fragilidad humana y nuestra necesidad de un Salvador. Todos nosotros tenemos alguna debilidad. “Aún una nueva estera de paja de tatami cuando se golpea dará polvo”.
¡Pero no todos los proverbios expresan valores que son adecuados! Tal proverbio es: “Un clavo que se destaca es golpeado”. Peros este proverbio me dice algo de la cultura japonesa. La gente es evasiva en asumir roles de liderazgo en la comunidad parroquial, o incluso a leer las Escrituras en nuestra Misa. Así que aquí necesitamos enfatizar las enseñanza de San Pablo: “Todo lo puedo por medio de Cristo que me da la fuerza”. (Filipenses 4:13)
Pero quizás el proverbio que más me interesa es: “El sufrimiento te convierte en una joya”. Desde aquí compartiré una experiencia muy personal.
Cuando tenía 40 años estaba misionando en la pueblo pesquero de Sakitsu. Mi pueblo era descendiente de aquellos que habían pasado 250 años de persecución por su fe cristiana. Cuando se concedió la libertad religiosa en 1873, los misioneros franceses regresaron a construir una iglesia en el terreno en que sus antepasados habían sido juzgados y a veces ejecutados. Realmente me deleité en el apostolado misionero de Sakitsu. Pero entonces la enfermedad me golpeó. Fui diagnosticado como beriberi. Fui hospitalizado cuando aparecieron los efectos secundarios y complicaciones. Después de nueve meses en el hospital fui enviado a casa.
Estaba devastado. Le había pedido a Dios por sanidad, ¡pero empeoré! Me sentí amargado contra Dios. Sin fe, ¿cómo podía continuar como sacerdote? Mi clamor también fue: “Mi Dios” ¿Por qué me has abandonado?”
Me tomó dos años darme cuenta de que, en realidad, Jesús había estado a mi lado todo el tiempo, especialmente a través de amigos que envió a mi lado.
Mirando hacia atrás, me di cuenta de que el sufrimiento y la enfermedad me había madurado como persona, como seguidor de Jesús, y como sacerdote misionero. ¡Me había hecho una joya, pero todavía áspera y necesitaba más pulido! Ahora puedo agradecer a Dios por la experiencia. Un futo de la cama de hospital es expresado en este proverbio: “Las personas con enfermedad pueden sentir empatía
De hecho, “el sufrimiento te convierte en una joya”.
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