“La soledad se ha convertido en una epidemia silenciosa, es como un médico escribió, ‘a más irreconocible crisis de salud de esta generación’”
Hace algunos años, una anciana fue encontrada muerta es su apartamento. Pegada en la pantalla de su televisión había una nota: “¡Adiós, mi amiga! Tú has sido la única que ha hablado conmigo. ¡Adiós!” Fue el último gesto antes de suicidarse.
¿Cuántas personas mueren de soledad? ¿Cuántas caminan a través de sus días con poca o ninguna interacción humana? A pesar de vivir en la más interconectada época de la historia con una moderna comunicación tecnológica permitiéndonos estar en contacto en segundos con cientos de personas, una sensación de aislamiento es la realidad que muchas personas experimentan.
El año pasado en el Reino Unido, más de 50,000 personas se comunicaron con la BBC respondiendo a sus programas de soledad. Ancianos, adolescentes, niños de la escuela primaria hablaron del dolor que sienten todos los días. Es la punta del iceberg. El Gobierno Británico recientemente nombró un Ministro de Soledad, una indicación de la gravedad del problema.
En Irlanda también, la soledad se ha convertido en una epidemia silenciosa, es como un médico escribió, “la más irreconocible crisis de esta generación”. Está mucho más presente en nuestro tiempo que en generaciones anteriores. Vemos la ruptura de la comunidad, la pérdida de los vecindarios, y nuestro incremento de individualismo militando en contra del alcance amoroso que mantiene un ojo vigilante para ayudar a otros.
Nadie nunca ha caminado sobre nuestra tierra libre del dolor de la soledad. Estar solo parece ser parte de nuestra condición humana. En un tiempo u otro tenemos todos hemos experimentado ese terrible dolor de estar solo aún en medio de una fiesta o con amigos en un concierto lleno de gente. “Estoy rodeado por el amor de mi familia y amigos,” una mujer escribió después de la muerte de su esposo, “Pero ¿Cómo me puedo sentir tan sola? ¿Por qué tengo este pequeño pero sólido sentimiento de soledad dentro de mí? Parce extenderse y filtrarse hasta lo más profundo de mi mente y cuerpo”.
Para escaparse del dolor hay innumerables distracciones a mano. Millones de dólares se gasta en cualquier cosa que pueda divertirnos, absorber nuestras vidas, y adormecer nuestra inquietud interior. Estamos en peligro de divertirnos hasta la muerte con entretenimientos, viajes, compras, siguiendo las vidas deslumbrantes de las celebridades, envidiando su estilo de vida, su moda, y sus éxitos. Por unas pocas horas tratamos de escapar nuestro corazón inquieto.
“¿Te sientes solo? ¿Alguna ves has estado solo?” son preguntas que se hacen fácilmente pero que pueden ser una manera de ayudar a otros. Las personas están más dispuestas para comunicar que están deprimidas que de admitir la soledad, pero sin sentir que realmente te preocupas por ayudarles. Una preparación para escuchar es el regalo que podemos ofrecer; es el primer paso significativo.
San Agustín tenía razón: “Nos has hecho para ti, Oh Dios, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Solamente Dios puede llenar ese espacio en nosotros, apaciguar nuestra soledad, y dar respuesta al profundo anhelo en nuestro corazón. ¿Pudiera ser que nuestra profunda soledad es la soledad de Dios?
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