“Hermanos y hermanas, Iquique es una tierra de sueños (pues su nombre significa eso en lengua Aymara). Es una tierra que ha dado albergue a hombres y mujeres de diferentes pueblos y cultura que tuvieron que dejar todo atrás y partir. Salir siempre con la esperanza de obtener una mejor vida, pero, como sabemos, siempre con sus maletas llenas de miedo e incertidumbre sobre el futuro. Iquique es una región de inmigrantes, que nos recuerdan la grandeza de hombres y mujeres, familias enteras, quiénes, ante la adversidad, se rehusaron a rendirse y partieron en busca de la vida. En busca de vida”.
Estas palabras fueron pronunciadas por el Papa Francisco como parte de su homilía durante la celebración al aire libre de la Eucaristía en enero 18, 2018. La misa fue celebrada cerca de una playa desierta en las afueras de la ciudad de Iquique en una mañana calurosa y soleada. Como sacerdote visitante, no aprecié completamente la importancia de sus palabras. Al final de noviembre 2020, regresé a la diócesis de Iquique a trabajar en nuestra parroquia del Sagrado Corazón de Jesús. Desde entonces, me he dado cuenta de la verdad de las palabras del Santo Padre. Estoy ministrando en el desierto, una tierra de sueños.
La parroquia Columbana del Sagrado Corazón de Jesús está ubicada en la “pampa” (llanuras desérticas) sobre la ciudad portuaria de Iquique en un municipio llamado Alto Hospicio. Cuando los Columbanos vinieron por primera vez a la diócesis de Iquique hace más de cuarenta años, sólo había unas pocas viviendas temporales de madera de manera dispersa, un par de paradas de camiones y una fábrica de explosivos. Hoy en día, se calcula que más de 150,000 personas viven en Alto Hospicio. Hay catorce “tomas” (campamentos de ocupantes ilegales) ubicados en nuestra parroquia. Hay mucho espacio en el vasto desierto de Atacama. Grupos de personas organizan e invaden sectores vacíos del Alto Hospicio. Toman un pedazo de tierra y construyen viviendas temporales. Con el tiempo estas viviendas improvisadas son reemplazadas con algo más permanente. Al principio, las familias deben vivir sin electricidad, agua, drenaje, recolección de basura o calles pavimentadas. En el transcurso de unos años, el municipio y el gobierno chileno proveerán esos servicios esenciales. Sin embargo, no hay garantía de que se les permita establecerse permanentemente. En algunos casos, las familias son reubicadas en apartamentos construidos por el gobierno, mientras que en otros casos se les permite comprar su terreno a un precio muy económico.
El norte de Chile tiene una historia larga de minería. Durante la colonización española, había minas de oro y plata aquí. En el siglo diecinueve, trabajadores de Chile, Perú, y Bolivia vieron a trabajar en las minas de sal. Hoy, vienen a trabajar en las minas de cobre, así como en las de sal, yodo, y litio. Iquique es un puerto libre de impuestos y también el centro de intercambio y comercio con Bolivia. Por lo tanto, hombres y mujeres acuden a esta “tierra de sueños” con la esperanza de construir una mejor vida para ellos y sus familias. Y muchos de ellos son capaces de lograr sus sueños, aunque normalmente es más fácil para los chilenos.
Es una historia diferente para los inmigrantes de Perú, Bolivia, Colombia, y más recientemente, Venezuela. Hay una serie de desafíos que deben enfrentar y resolver. Si desean conseguir empleo, deben tener una visa de trabajo temporal. Para conseguir una visa de trabajo temporal, tienes que entrar al país legalmente. Hasta hace un par de años, todo lo que tenías que hacer era entrar como turista, y una vez que obtenías un contrato de trabajo, eras elegible para una visa de residente temporal. Las nuevas leyes de emigración requieren que para obtener una visa de residente temporal, debes tener un contrato de trabajo antes de entrar al país. La mayoría de los inmigrantes peruanos, bolivianos, y colombianos entraron al país antes de los cambios las leyes de inmigración y han podido conseguir trabajo.
Recientemente, una gran afluencia de miles de venezolanos inmigrantes han ingresado a Chile. Han viajado desde sus hogares en Venezuela a través de Colombia, Ecuador, Perú, y Bolivia hasta las fronteras de Chile. Un lugar favorito para entrar ilegalmente es el norte de Chile. Hay docenas de pasos de montaña en las montañas de los Andes por donde pueden entrar sin ser detectados. Si entran al país ilegalmente, como miles lo han hecho, deben entregarse a la policía y acusarse de haber entrado ilegalmente. Se inicia un proceso legal que podría terminar en la expulsión. Sin embargo, en la práctica, el gobierno chileno ha sido comprensivo con su difícil situación y, por lo tanto, es reacio a expulsarlos. No obstante, continúan viviendo en un limbo legal. Son indocumentados y eso significa que es muy difícil para ellos encontrar trabajos regulares. En cambio, se convierten en parte de una red de trabajo informal: vendedores ambulantes, jornaleros, lavando parabrisas, vendiendo dulces, o mendigando en las calles. La mayoría de estos inmigrantes son parejas jóvenes con niños pequeños. Sin documentos, la mayoría de las escuelas no aceptan a sus hijos. No obstante, las clínicas locales de salud primaria y el hospital se ocuparán de ellos si están enfermos. También pueden ser vacunados sin ningún problema.
La parroquia del Sagrado Corazón de Jesús siempre ha acogido a inmigrantes y ha tratado de proporcionar alguna ayuda material. Un comedor de Beneficencia ha funcionado por muchos años. A pesar de las restricciones de la pandemia, un sistema de entrega se estableció para llevar paquetes de alimento a las familias. El año pasado, nos asociamos con las Hijas de la Caridad para proporcionar asistencia en una nueva “toma” conocida como “El Paso de la Mula”. Este campamento de ocupantes ilegales se encuentra en el límite sur de la parroquia, y es enorme. Familias inmigrantes de Venezuela y Bolivia continúan llegando a la “toma”. Las familias se apoderan de una parcela de tierra desértica, levantan una clase de cerca y una vivienda improvisada. Algunas veces, sólo arman una tienda hasta que pueden construir un refugio mejor.
Las Hermanas de la Caridad pudieron conseguir un camión de cemento para verter los cimientos de los pisos de algunas viviendas. No hay electricidad, ni agua, o drenaje; “aljibes” (camiones cisterna de agua) viene varias veces durante la semana. Pero ¡había un problema! Los recipientes de agua de plástico son muy pequeños para las mangueras de las pipas de agua. Con una donación de su congregación en Francia, las Hermanas compraron diez tanques de agua de plástico con una capacidad de 1,000 litros de agua, lo que significa que las familias pueden llenar sus recipientes de agua. El apostolado social de la parroquia regularmente proporciona paquetes de alimentos y ropa usada. Se preparó una cena navideña de pollo, arroz, y ensalada para 280 inmigrantes. ¡Los bienhechores Columbanos proporcionaron el pollo! Bienhechores locales donaron juguetes y Cáritas de Chile paquetes de alimentos
Algunas familias tuvieron la suerte de llevar a sus hijos a la escuela. Sin embargo, no pudieron comprar los útiles escolares para sus niños. En una campaña especial, las capillas parroquiales y los benefactores Columbanos vinieron al rescate, proporcionando los suministros necesarios. En el desierto, es caluroso durante el día pero frío por la noche. En invierno, la temperatura baja, y se puede sentir el frío. En este momento, estamos distribuyendo cobijas a las familias. Gracias a dos amigos cercanos de los Columbanos, hemos podido distribuir 240 cobijas.
Esperamos continuar brindando alivio a los inmigrantes que han llegado a esta muy improbable “tierra de sueños”. Sin embargo, sabemos que el don más importante que tenemos para compartir con ellos es nuestra fe en el Señor Resucitado.
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