Los Columbanos tenemos tres sellos distintivos:
COMUNIDAD
A pesar de vivir separados, somos una hermandad. Muchos hemos vivido en lugares aislados por años ya que la misión lo requiere, pero siempre somos una familia. Aunque muchos no tengamos una conexión de sangre, nuestros familiares han sido benefactores generosos por años, no solo dando un hijo o hermano, sino apoyándonos financieramente y de otras maneras. La calidad de nuestras vidas está definida por nuestra comunidad, y yo he sido parte de esta desde los comienzos de la década del 60.
Aunque he estado en una posición para conocer a casi todos, aún hay algunos que no conozco en persona y otros que he visto en muchas ocasiones y muchos países. Puedes haber conocido a un sacerdote en su primera misión en Japón, luego verlo trabajando en Fiji, defendiendo su tesis en Roma y verlo nuevamente en nuestra asamblea en Taiwán.
Estos encuentros nos ayudan a crear una historia compartida. Conocer y ser conocido, aceptar como nos aceptan, respetar sus contribuciones como respetan nuestros logros – esa es la experiencia Columbana.
ESPIRITUALIDAD
Una vida de oración sustenta y reta. Soy el primero en admitir que celebrar las Liturgia de las Horas no es parte de la oración Columbana. De hecho, los Columbanos tenemos varias prácticas espirituales. Pero los primeros Columbanos decidieron que, en el seminario, practicaríamos los “Ejercicios Espirituales de San Ignacio,” un retiro Jesuita de 30 días. Sigue siendo una parte importante de nuestro entrenamiento. La llave para estos ejercicios es escuchar. Estar en una misión extranjera provee oportunidades para discernir la voluntad de Dios, no solo mediante el Evangelio, pero mediante las circunstancias de nuestras vidas y las de las personas con quienes trabajamos.
ANDAR CON LOS POBRES
El tercer sello es el compromiso a hacer la lucha de los pobres nuestra lucha. Preocuparnos por los pobres, servirles, y luchar junto a ellos es el lugar donde nos enfrentamos a nuestra motivación espiritual. Los lectores de nuestra revista saben que este compromiso toma muchas formas. Nuestro trabajo en Pakistán, por ejemplo, es con pueblos originarios extremadamente pobres. Hasta los países prósperos y “desarrollados” como Japón y Corea eran pobres y luchaban bajo la destrucción de la guerra cuando fuimos por primera vez. En América Latina, los Columbanos han ido a las áreas en la periferia de las capitales.
Tres sellos nos recuerdan quienes somos, lo que hacemos y a dónde vamos.
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