Ayúdame

Oh santísima Virgen María,
Asegúrame mi eterna salvación.

Nunca me dejes desesperar de la misericordia de Dios.

Ayúdame a vencer los espíritus malignos.

Cuando ya no pueda decir,
“Jesús, María, y José,
pongo mis alma en tus manos”,
dilo por mí.

Cuando ya no pueda oír
palabras humanas de consolación,
tráeme consuelo.

Quédate conmigo cuando me enfrente
al juicio frente a tu Hijo.

Si tengo que hacer penitencia
por mis pecados en el purgatorio,
ruega por mí después de mi muerte.

Inspira a mis amigos que oren por mí,
y así me ayuden a ganar
pronto la felicidad de estar
en la presencia de Dios.

Lleva mi alma a cielo donde
unido con todos los elegidos,
pueda bendecir y alabar a Dios
y a ti misma por toda la eternidad.


Amén.