Oh María Inmaculada, tú conoces
¡Cuántas veces nuestras almas han sido santuarios
de tu Hijo que odia la iniquidad!
Danos, pues, un profundo odio al pecado y pureza
de corazón que nos apegue a sólo Dios
para que cada pensamiento, palabra y obra
nos conduzcan a Su mayor gloria.
Alcánzanos también un espíritu de oración y abnegación
para que podamos recuperar por la penitencia
lo que hemos perdido por el pecado y llegar
a esa morada bendita donde
tú eres la Reina de los ángeles y de los hombres.
Amén.
¡Cuántas veces nuestras almas han sido santuarios
de tu Hijo que odia la iniquidad!
Danos, pues, un profundo odio al pecado y pureza
de corazón que nos apegue a sólo Dios
para que cada pensamiento, palabra y obra
nos conduzcan a Su mayor gloria.
Alcánzanos también un espíritu de oración y abnegación
para que podamos recuperar por la penitencia
lo que hemos perdido por el pecado y llegar
a esa morada bendita donde
tú eres la Reina de los ángeles y de los hombres.
Amén.
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