Mira a Tu hogar, O Dios
y concede que nuestras almas,
humilladas por la mortificación de la carne,
puedan resplandecer en Tu mirada con deseos de Ti.
Por nuestro Señor Jesucristo, Tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Amén.
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