Salve, María, esperanza de esos que desesperan,
¡ayuda de los desamparados!
Salve, tú a quien tu Hijo tanto honra,
que lo que te pidamos, lo obtengas de inmediato;
que tu voluntad se haga de inmediato.
A ti son confiados los tesoros del reino de los Cielos.
Concede, O Reina, que en medio de las tempestades de esta vida
pueda siempre recordarte.
A tu misericordia caritativa encomiendo mi cuerpo y alma.
O mi dulce protectora, dirígeme y protégeme en cada hora,
en cada momento de mi vida.
Amén.
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